El cronista Fredegario comenzó a divulgar la denominada enfermedad goda a la que el historiador Gregorio de Tours calificó como detestable costumbre de los godos: dar muerte violenta a sus reyes. Salvo escasas excepciones – como los reyes Atanagildo, que falleció de muerte natural en 567; Gundemaro, en 612; Chindasvinto, en 653; o Recesvinto, en 672 – los regicidios fueron la práctica habitual para poner fin a los reinados.

Se iniciaron el 14 de agosto de 415 cuando Ataúlfo fue asesinado en Barcino (actual Barcelona); su sucesor, Sigerico apenas se mantuvo con vida una semana en el trono, y así se repitió con la gran mayoría de los soberanos del reino visigodo que perecieron de forma violenta: Turismundo (estrangulado en el año 453); Teodorico II (466); Amalarico (531); Teudis (548); Teudicisclo (apuñalado en múltiples ocasiones durante un banquete, en 549); Agila I (554); Liuva II (603); o Witerico (610), que mató con la espada y murió con la espada, según san Isidoro; etc.