La vejez está cambiando. Ya no se habla de una sola vejez, sino de diferentes perfiles de vejeces con muy diversas necesidades que alertan a la sociedad de que no es lo mismo el desarrollo personal de una persona de 65 años que de una de 100 (de los que por cierto ya hay casi 15.000 en toda España). Los avances médicos, la mayor calidad de vida ha hecho que en el siglo XX se hayan ganado 20 años más de esperanza de vida (situada en 83,2 años según la OCDE). Y la tendencia es que continúe por estos fueros en los años venideros del siglo XXI. Mientras, los especialistas reclaman más concienciación de las realidades de las personas mayores y de su papel activo en la sociedad, no solo como mero usuario de los programas y planes de bienestar social, que también.

Dicen que la experiencia es un grado. Y nadie mejor que las personas mayores y los abuelos para demostrar y enseñar a los niños, jóvenes y personas de mediana edad, a la sociedad en definitiva, esa sabiduría innata adquirida con el paso de los años. Una sociedad que se vuelca con sus mayores en atención y cuidados pero deficitaria aún en ciertos aspectos que la vejez o alguna etapa de la vejez necesitan.

En nuestro país, no hay abuelo o abuela que no haya esperado a su nieto en la puerta del colegio, los haya cuidado en el hogar, haya ayudado en el sustento de la casa, en el apoyo a los hijos, a sus propios cónyuges, a familiares discapacitados, etc. Su aportación a la modernización y al progreso de nuestro país ha sido y es innegable. Algunos estudios apuntan que la incorporación de la mujer al mercado laboral no hubiese sido posible si no hubiese descansado sobre los abuelos la atención de los nietos, es más, su meritoria y desinteresada labor con las familias representa económicamente mucho dinero que, de no haberse atribuido ese papel, tendría que haber ido con cargo a las propias familias y, por extensión, a los Presupuestos Generales del Estado.

En Gerontología, ciencia que estudia la vejez, dicha acción se denomina ‘utilidad social del mayor’. Y en países mediterráneos como el nuestro, dicha utilidad es muy importante donde existe una estructura social muy centrada en la familia donde el abuelo siempre ha estado apegado a su entorno. Y si los hijos, por motivos laborales, se han mudado y trasladado de localidad, son ellos los abuelos los que acuden prestos cuando sus hijos les necesitan “y encantados de hacerlo”, apuntan algunos encuestados de nuestro termómetro. Se habla también de la llamada ‘generación sandwich’ por la que algunos de nuestros mayores están cuidando de dos generaciones, de sus padres y de sus nietos a la vez.

El caso español

Para Juan Lirio, pedagogo e investigador sobre la Gerontología Social y Educativa junto a otros especialistas en Sociología, Antropología Social y Trabajo Social, los mayores son muy generosos “por la experiencia de vida son más conscientes del significado de las cosas” y no les importa arrimar el hombro cuando sus hijos lo necesitan. En este sentido, llamativo ha sido el conocido como ‘caso español’ en el que la profunda crisis financiera mundial provocó que muchas familias volvieran a casa de los abuelos, sosteniéndose económicamente con una exigua pensión. Este caso, aunque de diferente forma, también lo pudimos ver anteriormente en otros países como Argentina con el corralito. El profesor Lirio destaca especialmente el impacto causado en la calidad de vida de estos abuelos acogedores: “Ha descendido su capacidad económica y su tiempo porque han tenido que cuidar con más intensidad a hijos y nietos”, hecho que ha supuesto además un pequeño retroceso en la progresión de la esperanza de vida en España.

abuelo en la playaLos mayores de hoy en día

Pero… ¿cómo son nuestros mayores, qué imagen tenemos de ellos? Lo cierto es que nuestros abuelos ya no son solamente, al menos todos ellos, los que peinan canas y portan bastón. Ni tan siquiera los mayores de ahora se parecen a los de hace 50 o 30 años, ni física, ni mental, ni en lo referente a aspiraciones o a su rutina diaria. Con las necesidades básicas de salud, vivienda y economía cubiertas gracias a los avances médicos, el establecimiento de las pensiones y el desarrollo del bienestar social, el área emocional o de desarrollo personal puede establecer tantos perfiles como número de personas mayores existentes. Última etapa, por otra parte, apunta el investigador, para la que no nos preparamos: “Se envejece desde el mismo momento que vienes al mundo, en el tránsito de la niñez a la adolescencia y es que sin crecimiento no hay evolución, envejecer es vivir y vivir es envejecer”.

Lirio indica que la Gerontología establece en la actualidad dos grandes tramos de la vejez: de 65 a 80 años de edad, y de 80 en adelante. En el primer caso, los más jóvenes de los mayores, son personas con buenas cotas de salud y de bienestar, muy motivadas, que ayudan en casa, con necesidades de ocio y de hacer cosas, en definitiva con unas perspectivas de vida diferentes a las del segundo grupo, donde, por lo general, hay más prevalencia de enfermedades.

En ese primer tramo se encuentran también personas prejubiladas de 50-55 años que, sin ser evolutivamente mayores, se les ha incluido social e institucionalmente en la oferta y posibilidades asistenciales de una persona mayor “cuando nada tiene que ver una persona de 50 años con una de 100”. Este colectivo de 50 a 65 años no disfruta de una oferta específica y diferencial de la de los mayores cuando sus necesidades son bien distintas aunque ya algunas entidades privadas se han dado cuenta del vacío existente en este grupo de población y ya ofertan cursos específicos de inglés para ellos, viajes, etc., aún insuficiente en todo caso.

Para el segundo tramo, de 80 años en adelante, las posibilidades y los recursos existentes son más numerosos. Un gran número de ellos son usuarios de residencias geriátricas, centros de día, ayuda a domicilio, tele asistencia y muchos otros programas que permiten a este colectivo recibir ayuda de diferente tipo bien sea asistencial, sanitaria, doméstica, incluso emocional o de mero acompañamiento.

En este último sentido, en 2014 surgió una iniciativa pionera en Ciudad Real de la mano de Alberto Cabanes: adoptaunabuelo.org por el que jóvenes voluntarios pueden visitar y acompañar a alguna persona mayor en concreto, con el consiguiente enriquecimiento personal para ambos, por la vitalidad de uno y la experiencia del otro. Según su propia estadística, hay 329.000 personas mayores viviendo en más de 5.000 residencias con todos los recursos y programas a su disposición. En la actualidad, adoptaunabuelo.org está presente en varias
residencias geriátricas de Ciudad Real, Madrid, Navarra, Santander y Granada con más de 200 voluntarios pero el programa se está extendiendo a los institutos donde los mayores pueden aportar también su sabiduría.

Dicha iniciativa viene a reforzar y apoyar a los centros en la parte más emocional, sintiéndose los mayores más participativos en las actividades de la residencia, mejorando su autoestima y su orientación espacio-temporal además de disminuir sus índices de ansiedad y depresión. Pero es un beneficio mutuo, pues el 98 por ciento de los jóvenes que participan en Adopta un Abuelo repiten pues aprenden de los valores de los mayores.

¿Qué es el envejecimiento activo?

Pero las personas mayores siguen teniendo unas necesidades que no en todos los casos se ven cubiertas. A iniciativa propia, se pueden encontrar mayores que hacen voluntariado en alguna ONG, ruedan algún corto de cine, otros que enseñan museos porque les gusta el arte, empresarios jubilados que asesoran a jóvenes emprendedores, abogados retirados que aportan su sabiduría…  “No hay que pensar en una sola dirección de un tipo de mayor, algunos se interesan por el arte, otros por la cultura, el deporte, la familia…, el interés de las personas mayores se puede articular, buscar proyectos donde cada uno despliegue su potencial, no verlos como usuarios de un servicio sino como gestores y desarrolladores de un proyecto”, explica Juan Lirio. Es lo que ya se practica dentro del envejecimiento activo en el que hay un cambio de rol de la persona mayor, donde ya no es el cliente pasivo al que se le vende un viaje o se le destina un recurso sino que adquiere un papel activo con un impacto y beneficio evidentes para la sociedad, “cubriendo muchos huecos de la sociedad que ahora no son realizados ni por empresas ni por trabajadores en activo”. En Alemania, incluso, existen minijobs para los jubilados.

abuelos jugando a las cartasEsa descompensación o desajuste entre lo que pueden hacer y lo que realmente hacen los mayores se ve de forma evidente en nuestro Congreso de los Diputados, órgano parlamentario de representación del pueblo español. De los 350 escaños tan solo un 3,1% de los diputados son mayores de 65 años cuando además hay 8,5 millones de votantes de personas mayores, casi el 20% de la población de nuestro país. En este sentido, los especialistas hablan del doble rasero de la sociedad que, por un lado, necesita a los mayores pero, por otro, no se les da el lugar que merecen o liderar algo, “somos un poco paternalistas, les ayudamos, les preparamos recursos y programas aunque, en mi opinión, estar incluidos en la sociedad es tener posibilidades de acceder a todo en igualdad de condiciones, también al Parlamento”, considera el investigador Juan Lirio. Y lo mismo sucede en organizaciones políticas, sindicatos o puestos de dirección donde no se les da la misma posibilidad de liderar como a otras edades. A ello se une el mito, muy instalado ahora en política, de la sobrevaloración de la juventud por el que a los 25 años ya uno vale, ha hecho todo, y a los 45 ya se es viejo. A este respecto, hablan de la necesidad de una mayor educación a la sociedad sobre la vejez, “todos envejecemos desde el mismo momento en que nacemos, vamos cambiando pero no por cumplir años un buen médico deja de ser buen médico”.

Los abuelos del siglo XXI también son reivindicativos y solidarios. Ellos han sido los primeros que se han echado a la calle por el asunto de las preferentes y los desahucios en viviendas, “lejos de parecer que no les interesa la actualidad, algunos segmentos de mayores son los que más se movilizan por el desempleo o la educación”, señala Lirio. La parte negativa de la misma moneda son los abusos de todo tipo, el maltrato y abandono que sufren, más visible en los últimos 20 años al igual que en el caso de las mujeres o el maltrato infantil.

Las formas de vida de los mayores también serán diferentes en un futuro cercano, de hecho lo están siendo en el presente. Hasta no hace mucho, en España había poca gente que vivía sola pero eso está cambiando, están llegando perfiles de mayores que no han contraído matrimonio o se han separado, el Instituto Nacional de Estadística ya recoge grupos de amigos mayores que viven juntos, ya no están solos  en casa o en residencias.

Asimismo, las diferencias clásicas entre abuelo y abuela de espacios y actividades propias de género se están eliminando. Aunque la mujer tiene diferentes aspiraciones, motivaciones e intereses como se puede ver en proyectos educativos, la implicación con la familia es similar en el hombre y en la mujer. Ella es la que está liderando la incorporación a la universidad en la última etapa de sus vidas, por el poco desarrollo personal que han tenido muchas mujeres en anteriores etapas de su vida. Esta realidad ha hecho que pedagogos como Juan Lirio investiguen sobre el perfil adecuado de los educadores y profesores para este colectivo, “el mayor trae a las aulas una experiencia de vida que no tiene un alumno de máster, además puede haber catedráticos, doctores…, y no puedes dar una clase magistral, debe haber un intercambio, que les sirva también de soporte en momentos de crisis vitales, de establecimiento de nuevos vínculos, etc.”.

“Yo no soy como ellos”

La trabajadora social Ana Belén Quintana coincide en que están apareciendo nuevos perfiles de mayores. En el centro donde trabaja acuden usuarios de 60 años en adelante y algunos curiosamente ya no se identifican con esas otras personas que tienen una actitud algo más pasiva porque juegan a las cartas, toman un café o leen el periódico y le indican: “Yo no soy como ellos”. Y eso lo dicen porque a este tramo de personas recién jubiladas y hasta los 75 años les separa muchas cosas: se sienten muy activas realizando una importante labor social de cuidado de los nietos, con un grado de formación medio, en algunos casos universitarios, que han tenido una mayor cualificación laboral, trabajos más profesionalizados, “estos nuevos usuarios poseen unos hábitos de vida más saludables, se han beneficiado de las mejoras del sistema de salud, son autónomos y quieren retrasar al máximo el tema de los recursos sociales de atención como residencias o centros geriátricos”, comenta la trabajadora social. Recursos no obstante que también son necesarios para la denominada cuarta edad, a partir de los 80 años, donde también se ha notado un incremento de personas y en los que se da una atención más integral de la persona mayor, intentando mantener sus capacidades y el respiro de las familias.

Las tecnologías, un gran aliado

Entre las inquietudes de estos viejos jóvenes están las nuevas tecnologías y todo lo referente  las TIC, pues les permite estar mejor informados e incluso se sienten más acompañados, no tan excluidos socialmente, “el hecho de saber utilizar un Smartphone y el whatsApp les hace ganar en autoestima, en motivación y satisfacción personal porque pueden compartirlo con sus hijos y nietos”. Curiosamente solicitan cosas muy concretas y en un espacio de tiempo limitado, “no quieren ni se conforman con un simple curso de iniciación a la informática, piden algo más avanzado como un taller de retoque fotográfico, o cómo pueden consultar su cuenta bancaria desde el móvil…”, explica Ana Belén. Un reto a superar en los centros de mayores, reconoce la trabajadora social, pues estos servicios no se han programado ni se han tenido tan en cuenta. En este sentido, Ana Belén Quintana, con más de 20 años de experiencia en su profesión, se muestra partidaria de optimizar los recursos existentes para dar cabida a los numerosos perfiles de mayores.

La labor de los trabajadores sociales va más allá del mero asesoramiento, también les acompañan y escuchan, como harían los psicólogos, y les ponen al día en lo relativo a prestaciones de las que se puedan beneficiar, estancias temporales, ayudas a domicilio, turismo social, grados de discapacidad, ley de dependencia, ayudas para prótesis, etc.

En definitiva, nuestros abuelos del siglo XXI siguen siendo cuidadores de sus familias, solidarios, reivindicativos de las injusticias sociales y destinatarios de muchos recursos asistenciales que son y serán imprescindibles en el futuro, pero piden paso para un mayor protagonismo en una sociedad que gana en esperanza de vida.

Texto: Oliva Carretero/Natalia Sánchez.
Fotos: Ayer&hoy/Ayto. de Getafe