De cara al mar Tirreno, la Costa Amalfitana se extiende a lo largo del golfo de Salerno y comprende algunos de sus lugares más famosos, de Positano a Ravello y, naturalmente, Amalfi. El camino corre tortuoso, como un balcón suspendido entre el mar azul cobalto y las pendientes de los montes Lattari, en una sucesión de valles y montículos entre calas, playas y terrazas cultivas de cítricos, vides y olivos. Un lugar único en el mundo tutelado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Nuestro viaje lo iniciamos en Salerno, maravillosa ciudad en el golfo del mismo nombre, entre la Costiera Amalfitana, la llanura del Sele y el Cilento. Es de obligación dar una vuelta por el paseo marítimo de Trieste y realizar una visita al castillo medieval de Arechi que domina Salerno desde lo alto.
A tres kilómetros al oeste, surge Vietri sul mare, cuyo centro se extiende a lo largo de la costa, mientras que la zona Marina se abre al mar. Este espléndido pueblecito es la cuna de unos de los azulejos más famosos del mundo y no es una casualidad que la cúpula de la iglesia de San Giovanni Battista y la fachada de la Arciconfraternita dell’Annunziata e del Rosario estén recubiertas de coloristas cerámicas.
Los pueblos de pescadores de Cetara y Maiori, entre los centros balnearios más frecuentados por sus playas de arena fina, también disponen de bellas iglesias- respectivamente San Pietro y Santa Maria a Mare, con sugerentes cúpulas revestidas de mayólicas. Pero antes de llegar a Maiori, se puede disfrutar de un punto panorámico en el Capo d’Orso, además de una visita a la abadía de Santa Maria de Olearia, excavada en la roca.
Desde Maiori se puede optar por una desviación hacia el interior para llegar a Tramonti, tierra de maestros de la pizza. Prosiguiendo, en cambio, a lo largo de la costa, aparece Minori, el edén de la costa por su clima ventilado y fresco.
Atrani está lejos del turismo de masas, y conserva gracias a ello toda su autenticidad marinera.
En este punto surge una desviación hacia Ravello, a 350 metros de altura, uno de los encantos de la costa por la elegancia de sus villas: los jardines y el belvedere de villa Rufolo y de villa Cimbrone se abren hacia panoramas que cortan la respiración.
Descendiendo, aparece Amalfi, la ciudad antigua República Marinera que da nombre a la costa: no puede dejar de no visitarse la catedral de Sant’Andrea Apostolo, de estilo árabe siciliano, reconstruida en estilo barroco durante el siglo XVIII con su maravillosa escalera y su magnífico claustro.
Poco después de haber atravesado Praiano, se llega a Positano, lugar de vacaciones desde finales del período imperial romano, con sus blancas casas que descienden hasta el mar agrupadas en torno a la iglesia de Santa Maria Assunta con su cúpula de mayólicas.
Sin olvidar… Azulejos y gastronomía
En toda esta zona de la costa italiana al sur de Nápoles son típicos los azulejos y las coloreadas cerámicas, muchas de las cuales reproducen la imagen del “sfusato amalfitano”, el típico limón cultivado en la Costa con denominación protegida Igp (Indicación geográfica protegida). Pero si hay algo que debemos destacar, para que todo no sea paisaje y arte, es la excelente comida que puede encontrarse en los restaurantes de cualquiera de estas ciudades o pueblos. Así, entre las recetas de pescado, podemos destacar los espaguetti con almejas salvajes, sopas, anchoas fritas, involtini de pez espada, albóndigas en salsa y impepata de mejillones. Igualmente debemos probar los gnocchi a la sorrentina, los espagueti con nueces y los canelones. De reconocido prestigio son también los quesos y derivados: las mozzarelas al natural o a la plancha sobre hojas de limón y los ravioli rellenos de ricotta y aderezados con mantequilla fundida y cáscara de limón.
No hay que perderse al final de la comida un vasito de limoncello, el licor tradicional, destilado de la cáscara de limón, exclusivamente cultivado en esta zona.
Entre los dulces destacan la Santa Rosa, el clásico milhojas napolitano relleno de crema ricotta y fruta.